EL DIA EN EL QUE DESCUBRI QUE EL POLLO NO ES UN PLATO DE SEGUNDA.

Andan los tiempos alterados con la cosa del pijerio a la hora de comer. Nos hemos convertido en unos extraños seres que viven a partir de enviar fotos de lo que presuntamente comen y comentar cómo excelente lo más extraño que nos llegue a la boca. 

Y eso, de bueno, pues más bien poco.

El pollo ha pasado a ser el hermanito pobre del asunto carníco. Y tiene su explicación. Sencillamente la explicación es que, el pollo nos gusta tan poco porque lo que comemos, solo tiene de pollo el nombre.

Animalitos con dos patas, dos alas y una cresta que crecen en pocas semanas al calor de unas bombillas que les engañan, que les dan calorcito y que les ayudan a comer más y más deprisa. 

Un poquito de química en el pienso y un poquito de inyección líquida a la hora de sacrificarlos para que , visualmente se vean más rollizos y apetecibles hacen el resto.

A partir de ahí, solo queda que nosotros, los imbéciles natos compremos ESE producto más parecido al porexpan que a otra cosa y después de cocinarlo sin criterio nos lo zampemos con el acompañamiento de una ensalada iceberg, otra indignidad de la naturaleza.

La pregunta es de cajón… Después de todo esto… Cómo podemos decir que nos gusta el pollo?

Y un día vas, y por casualidad o no, que yo en las casualidades creo poco, te plantas en un restaurante de Sitges de nombre KOMOKIERAS y ves que en el menú te ofrecen «Pollo de corral deshuesado con mostaza»

Y cómo vas distraído, hace calor, y la cervecita del entrante te ha sentado de maravilla, aunque dudas, vas, y pides el pollo.

Ah!!!! Amigo… Ahí le has dado. 

Cuando te llega a la mesa el pollo, lo pruebas, y descubres  lo que es en verdad ese animal, guisado en condiciones, con origen en cercanías, puesto en la brasa y las manos de un cocinero de verdad, se te viene el mundo encima.

Vamos, el pollo elevado a la máxima potencia.

Y ahora ya lo tengo claro. NUNCA más voy a comer pollo si no voy a KOMOKIERAS a comerlo. 

Porque al final, para descubrir si un restaurante es bueno, buenísimo o sublime solo se trata de pedir una ensalada, unas patatas fritas y un pollo a la brasa. Con eso sabes, perfectamente, donde te has metido.

No hace falta buscar las estrellas. De imbéciles el mundo va lleno.

KOMOKIERAS. Sitges. La cosa del comer, a otro nivel.