Hace ya muchos millones de años, el ser humano, por exceso o por defecto, comenzó una extraña carrera. La carrera de aumentar sin fin su inteligencia y a la vez y paralelamente, la de conseguir con su estupidez, que su envoltorio físico, su cuerpo, se convierta poco a poco en un saco de estiércol.
Es cierto que hemos conseguido en la ultima parte del pasado milenio, multiplicar por tres la expectativa de vida. Antes, morir a los treinta entraba en una aparente normalidad. Ahora, vivir mas de ochenta entra en una lógica aplastante.
Pero no nos equivoquemos. Vivimos más porque hemos inventado más. No vivimos más por que nos cuidemos más. Ojito.
La medicina ha evolucionado, los productos químicos aplicados al cuerpo humano han corregido enfermedades y defectos, las prótesis nos han convertido en pequeños terminators, la electrónica nos ha obligado a crear palabras impensables hace pocos años…somos, en algunos casos, organismos cibernéticos, ciborgs en potencia.
Pero en cambio, en las cosas del comer, en la alimentación, un asunto básico para la supervivencia de la especie, nos hemos convertido en basureros con patas. que ironía.
Queremos ser inmortales y una de las cosas que nos puede matar es lo que comemos para vivir más tiempo. Si eso no es ser un estúpido…
Hace ya años largos que empezamos a comer basura. Los inventos aplicados a los alimentos han conseguido poner al alcance de muchos productos que antes duraban poco. Los inventos aplicados a la producción de alimentos han conseguido que dispongamos de productos de temporada prácticamente los trescientos sesenta y cinco días del año. Pero…a costa de que?
Los transgénicos, los procesados, los aditivos, los correctivos, los alimentos producidos industrialmente nos han llevado a ingerir diariamente, muchas veces prácticamente sin saberlo, y otras ignorándolo por estúpidos, cantidades ilógicas de substancias poco o nada compatibles con un buen funcionamiento del cuerpo humano.
Y no vale decir que el consumo máximo de plomo , y esto solo es un ejemplo al azar, debe ser de 0,68 µg/kg de peso corporal al día.
Esto no nos sirve de nada si no sabemos cuanto plomo hay en los alimentos que consumimos habitualmente, en el pescado, en la carne, en los procesados, teniendo en cuenta que productos cotidianos ya contienen ese metal, aunque en proporciones infinitesimales que nos dicen, no nos va a afectar para nada. Pues vale, si me lo dicen, ya estoy más tranquilo.
La tranquilidad que me produce saber que cosas como las patatas, el pan de molde y el agua del grifo contienen este metal, eso si, como decíamos antes, en proporciones nano microscópicas, pero que yo, hasta el día de hoy, desconocía.
Las vacas comían hierba. Que natural, que sano, que fantástico. Pero ahora, les puedo asegurar, que la mayoría de las vacas de las que comemos su carne y bebemos su leche comen pienso. Pienso procesado. Incluso las que comen hierba…como está esa hierba a nivel de plaguicidas, fungicidas, productos químicos añadidos? Alguien me lo puede responder?
Y eso solo es un ejemplo. Nos horrorizaríamos si supiéramos el indice de metales pesados que contienen algunos de los peces que consumimos diariamente. Pero de una forma implacable oiremos la canción … el limite de consumo de materiales pesados en una persona adulta de 75 kg de peso medio nunca es superado por comerse una lubina cada día. Pues vale, si me lo dicen, ya estoy más tranquilo.
Y eso es solo la punta del iceberg. A poco que rascamos la primera capa de roña aparece más y más mierda, y perdonen la expresión. Por eso mi indignación a la hora de escribir este articulo, que creo no será el ultimo. Porque a cada día que pasa me quedo más estupefacto.
Entretanto, en nuestros barrios proliferan cada día más contenedores de todos los colores…el azul para el papel y cartón, el blanco para residuos médicos, el amarillo para plásticos y latas, el verde para el cristal, el marrón para orgánico, el gris para lo que nos hace dudar…
Y yo me pregunto… de que color deberíamos ir pintados nosotros…?
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