Hay frases a las que nunca le he encontrado el sentido más allá de la evidencia que tienen en si mismas. Está clarísimo que en todas las cosas de la vida, nosotros buscamos siempre lo mejor, y a la vez, intentamos pagar por ellas lo que creemos que valen realmente…(o al menos, debería ser así…)
No entiendo pues, como en muchas ocasiones se utiliza esta frase para darle un valor añadido, un plus de confianza, un extra de seguridad a aquello que vamos a comprar o consumir.
Hoy le buscaremos la vuelta a esta frase aplicada al mundo de los restaurantes, de la gastronomía en general.
Es de un peso incontestable que, todos nosotros, o al menos así lo creo, porque si no, vamos mal, buscamos comer bien a buen precio. Lo que está claro es que aquí se abre un abanico casi infinito de variantes…Cuanto nos queremos gastar? Cual creemos que es el precio justo? Que es lo que queremos comer?
No es lo mismo pedir una simple ensalada de la huerta aliñada con aceite a granel (que los sigue habiendo en los restaurantes, palabrita) con una caña, que pedir una pieza de carne exclusiva, cocinada al punto, acompañada de foie gras de clase 1 y regada con una copa de champán francés.
Pero…que pasa si nos cobran el precio que creemos que vale esta opción segunda que os he presentado, por una ensalada con aceite a granel y una caña caliente y con cuatro dedos de espuma?
Ahí está la cosa. No es tanto el valor económico que pagamos por una comida o por una cena , sino más bien si estamos conformes con lo que hemos pagado por aquello que hemos comido.
Hace unos años propusimos a un cliente del sector que quería publicitar su restaurante a través de la radio, emitir un mensaje que más o menos decía así…
«Si después de cenar, al salir del restaurante, lo primero que comenta es lo bien que ha cenado, enhorabuena. Si de lo primero que habla es de la minuta que le ha tocado pagar, vamos mal. Restaurante (x) …nosotros intentamos ser de los primeros. Denos su confianza».
Y ahí creo que está el kid de la cuestión. Un menú de 80€ puede ser baratísimo si el entorno, el producto, el servicio, la presentación y la elaboración están a la altura. Un menú de 10€ puede ser carísimo si la lechuga esta reblandecida, oscura y acuosa, si el aceite del aliño sabe a rayos y si la caña de cerveza esta caliente y con cuatro dedos de espuma.
No es tanto lo que se paga por las cosas, sino que realmente esas cosas, tengan el valor que se ha pagado por ellas. Y francamente, en ambos casos, los de 80€ y los de 10€ nos encontramos con demasiadas sorpresas a la hora de recordar la frase lapidaria del titulo de este articulo.
Cuantos de nosotros hemos sufrido en nuestras carnes y en nuestras carteras este tipo de escarnio? Que levante la mano el que no sepa de que va la cosa.
Ojito pues, a ver si acabaremos buscando otra frase lapidaria para cerrar el tema…
«Muchas veces, lo barato sale caro» … Ahi queda eso.
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