Ya hace más de cien años, en 1914, Pere Ferrer, el «Freixenet» y su esposa Dolores Sala tomaron la decisión de elaborar vino espumoso natural siguiendo el método utilizado en la Champagne y de la bodega familiar de Sant Quintí de Mediona (Barcelona) salieron las primeras botellas de cava con la marca Freixenet, Casa Sala.
El actual presidente de la marca, Josep Ferrer Sala, decidió hace unos años homenajear a sus padres y después de restaurar la bodega Casa Sala, olvidada desde finales de los sesenta del siglo pasado, volvió a elaborar un cava, este excelente cava. La rehabilitación de la bodega ha respetado las características que tenía en sus orígenes, y la elaboración del cava es tan tradicional que incluso se emplea la prensa vertical de madera del año 1900, movida por el viejo motor de furgoneta DKW que se le acopló en los años cincuenta, curiosidad digna de ver.
Una elaboración lenta, que comienza con el prensado de la uva en la antigua prensa, hasta el degüelle, a mano, como debe ser, con la característica especial de que es éste uno de los pocos cavas que todavía viven la crianza con tapón de corcho, en lugar del tapón metálico habitual. De éste Freixenet Casa Sala se elaboran poco más de veinte mil botellas y que reproducen las primeras que se emplearon en la Champagne el siglo XVIII y con una etiqueta que es una réplica absoluta de la del primer brut nature catalán, que Freixenet elaboró en 1935. Toda una historia en cada botella.
Cuatro años en el silencio y la oscuridad de la cava transforman sus burbujas en paradigma de la calma. Sorprendentemente, en boca el vino es firme, vivo y fresco, de aromas tostados, de frutos secos y de orejones de melocotón. Se resiste a desaparecer del paladar, nos da vuelta y vuelta por la legua y el paladar, y en todo caso, cuando finalmente lo hace, nos deja en la memoria un post gusto mezcla de viñas viejas de xarel·lo y parellada, de historia viva, de lo que nunca se debería perder. Un cava excelente.
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