CUANDO LA CABEZA ESTÁ EN EL CULO

 

Los cambios imprevistos, las situaciones que nos sacan de nuestra zona de confort son circunstancias que nos descubren nuestra verdadera naturaleza.  En estos momentos, la humanidad en global está en una de esas etapas.

La irrupción de un nuevo virus, desconocido hasta la fecha y altamente infeccioso ha alterado nuestra percepción, a todas luces errónea, de que dominábamos el mundo.

Es ahora cuando realmente se descubre nuestra verdadera personalidad. Somos débiles, miedosos, inseguros y altamente egoístas.

En nuestra generación no hemos vivido momentos altamente graves a nivel global, por lo que la decisión de acaparar cosas, en concreto alimentos y artículos de primera necesidad no estaba testado hasta la fecha.

Podríamos relatar decenas de casos que rozan la ridiculez y miseria humanas, pero hoy nos centraremos en una que nos ha sorprendido de una forma bien negativa.

 Hoy nos centramos en el acaparamiento de papel higiénico, de papel para el culo.

Si tomamos como muestra estándar un rollo con 150 servicios, (los hay de menos y de más), y una familia de 4 individuos, teniendo en cuenta que hay personas que van al baño un par de veces al día y, aunque no lo parezca, otras que lo visitan 2 veces por semana, y también promediando y a la vez siendo generoso, es decir, pensando que vamos a consumir mucho más de lo lógico llegamos a unos números que nos pueden dejar estupefactos.

Lo dicho, vamos a ser extremadamente generosos. Toca a un rollo de 150 servicios por persona y mes. Cuatro personas, cuatro rollos. Si un paquete contiene nueve rollos (siempre vamos ha hacer promedios, los ha de seis y de doce), una familia, necesita un paquete cada DOS MESES.

Entonces…alguien me puede explicar que veamos, y casi todos lo hemos visto…(bueno, y unos cuantos hecho) alguien me puede explicar que hace un señor o una señora con 5 paquetes de los grandes, o sea de doce rollos, total 60 rollos, en el carrito de la compra?

Con esta cantidad, podemos limpiarnos el culo hasta fin de año.

Aquí es cuando surgen las preguntas sin respuesta…

Que sentido tiene esa compra acaparativa/compulsiva?  ¿En que se usa tamaña cantidad de papel higiénico? ¿Qué pasa por nuestro cerebro cuando vemos al propietario del carrito anterior al nuestro con cuatro o cinco paquetes y salimos corriendo a la estantería para pillar un par o tres para nosotros?

Cuando todas estas preguntas no tienen una respuesta coherente hay que buscar razones inexplicables. Lastimosamente, estas nunca suelen ser edificantes.

Al final, llegamos a una conclusión patética. Debajo del cuero cabelludo tenemos una castaña y en el mejor de los casos, pensamos más con el culo que con la cabeza. Visto lo visto, no se puede llegar a otra conclusión.

Que Dios nos coja confesados.