Desde el principio de los tiempos, la forma en la que el ser humano se a alimentado siempre ha ido evolucionando a la par que nosotros mismos. No hace mas de seiscientos años, la esperanza de vida era de una tercera parte de la actual. La gente moría mayormente joven por un pequeño puñado de motivos…las guerras, el hambre y las epidemias. Que no era poco.
En la actualidad, estas circunstancias, todo y que siguen vigentes, no afectan al incremento de la población mundial. Porque? Un matemático nos vendría a decir que el resultado de «el doble de algo» no es siempre el mismo. No es lo mismo el doble de dos que de veintidós. Y hoy en día, somos muchos miles de millones en el planeta. Para ser aproximadamente exactos, a día de hoy, 24 de abril de 2019 venimos a ser, cabeza arriba, cabeza abajo, unos 7.565.000.000 …
Si, eso es, más de siete mil quinientos millones.
Pero todo eso de aumentar el promedio de vida en el ser humano es, como decíamos hace un momento, relativamente nuevo. Cuando empezamos a cultivar, a pastorear rebaños y a, más o menos, controlar lo que vamos a comer sin tanto estrés como cuando teníamos que cazar, recolectar y buscarnos la vida, empiezan a cambiar cosas.
Pero el cambio radical es cuando empezamos a elaborar cosas para comer, y para nuestra mayor comodidad, se nos ocurre guardarlas. Hacer crecer nuestra despensa. En un principio, las despensas eran muy básicas…sal, agua, cereales, carne o pescado seco…
Pero eso se va complicando cuando, para intentar que nuestras reservas duren más, para incrementar nuestras despensas. Nos lanzamos a la búsqueda de elementos que, de una forma u otra, nos ayuden a conservar los alimentos por más tiempo. Y la sal, el humo, las latas, se nos hacen limitados. Queremos más.
Y es aquí, cuando empezamos a vivir peligrosamente, básicamente porque empezamos a comer cosas peligrosas. Empezamos a añadirle aditivos a las cosas básicas de comer. Empezamos a procesar los alimentos, o lo que viene a ser lo mismo, empezamos a cavar nuestra propia tumba.
Nitritos y nitratos, sulfitos, benzoatos, colorantes artificiales, sorbatos, potenciadores de sabor, correctores de acidez, emulsionantes, fosfatos, espesantes, edulcorantes…y empezamos a comernos, sin darnos cuenta, paréntesis y números en cantidad industrial…(E-249, E-250, E-251, E-252, E-211, E-210, E-213, E-212, E-300, E-201, E-202, E-203, E-220, E-221, E-223, E-224, E-468, E-469, E-433, E-951, E-950, E-339, E-954, E-955, E-967, E-968) …son solo algunas de las substancias, en su mayoría químicas, que día tras día vamos introduciendo en nuestro cuerpo.
Si, nuestro promedio de vida ha aumentado, somos más en el planeta, pero también es cierto que, enfermedades que nos llevan al otro barrio que ahora son cotidianas y ya aceptamos como parte de nuestra cuota de existencia, no existían antes de que los alimentos comenzaran a procesarse. Como no existían muchas enfermedades que diezmaron civilizaciones cuando los grandes descubridores europeos fueron a «colonizar» nuevos mundos.
Cosas como la presión arterial alta, la obesidad, la diabetes, el cáncer en muchas de sus facetas, las alergias a según que tipos de componentes alimenticios, al gluten, etc. no existían hace medio siglo. Aparecieron cuando empezamos a añadir, a procesar los alimentos.
Tiene sentido alterar el color de un alimento para que parezca más atractivo a los ojos, espesar un liquido para que su consistencia sea más agradable a nuestro paladar, potenciar el sabor de un vegetal, corregir la acidez de una salsa?
Yo creo que no. La malo, es que muchos de nosotros, jamás miramos la trasera de un envoltorio alimenticio en busca de todos esos aditivos. Sencillamente, los ignoramos y nos los comemos. Nos comemos los paréntesis, las letras y los números de todos esos aditivos artificiales. No se de que nos quejamos.
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