Jugamos al azar…un menú de cualquier semana, en un punto determinado del Gran Penedés, que luego os detallo en profundidad…Podemos escoger, para empezar, entre una ensalada con secallona (embutido de la familia de la llonganissa o el fuet, pero más delgado y con aspecto arrugado)de Cal Mallart (elaborador artesanal con más de cien años de historia a las espaldas, ubicado en La Llacuna, comarca de l’Anoia) i formatge feta, o una coca con anchoas y tartar de tomate, los canelones de «rostit» (carne asada) con bechamel de foie o un carpaccio de pulpo con judías verdes. Seguiremos con un rape en tempura, guisantes y azafrán, o unos dados de ternera con setas y kale, arroz con sepia y bogavante o un T-bone de ternera de 800 gramos . Lo dulce, el cheese cake, la tatén o un helado de fresas. Vino recomendado y pan artesano. La cosa nos sale por 25€. (Algunas de las sugerencias llevan un pequeño suplemento). Y este es el menú estándar para un día normal de una semana normal de nuestras vidas.
El lugar que nos ocupa está situado en Santa Margarida i els Monjos, población colindante a Vilafranca del Penedès. A un tiro de piedra, vamos. De nombre, Arrels, con lo cual ya nos podemos hacer a la idea de por dónde va la cosa culinaria. Productos de mucha proximidad, tratamientos impecables de los ingredientes, cocina sin crítica posible y dirección con sobrada experiencia.
No es un lugar de paso, eso es cierto. Hay que ir, pero vale la pena. Os recomiendo, fuera de carta, un par de arroces magistrales y poco vistos por la zona…el negro con sepia y sobrasada, sublime, y el de rabo de toro y setas, lo siguiente. El pulpo a la brasa se deja querer, y mucho y la Parpatana de atún a la brasa , para quienes conocen esta parte del atún, (justo por debajo de la ventresca, allá por donde podría ubicarse la aleta) y que la catalogan de fantástica, a pesar de que en otros tiempos estuvo un poco denostada. Gran acierto.
Disponen de una excepcional carta de vinos, y amplísima, con muchas referencias de la zona, y oh! para mi placer infinito (soy fan de las burbujas) un grandioso abanico de cavas que se salen de los habituales (ya conocemos la zona y sabemos que debajo de cada piedra hay un elaborador).
No podemos echarle casi nada negativo en cara, si bien es uno de aquellos lugares en los que, falta un «puntito», ese «nosequé» que podría llevarlo a la fama más indiscutible. Nosotros, en nuestra modestia, podemos intuir algo de ello, pero está claro que en la cosa de la gastronomía, siempre existirán los misterios inexplicables que, a la vez que encumbran inmerecidamente, dejan a algunos a las puertas del éxito más rotundo sin motivo aparente.
Recomendado. Si es necesario, hay que desviarse de la ruta. Merece la pena. Trato delicado. Atención profesional sin ser empalagosa.
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