Cuantos millones de personas beben vino en todo el mundo? Cuantos tipos de vino hay en el mundo?
Muchísimos y muchísimos. Esto nos dice, por lógica, que ante tanta cantidad y variedad de denominaciones de origen, tipos de uva, clima, categoría de los elaboradores y otras circunstancias, hablar de un buen vino o un mal vino es, ante todo, muy subjetivo.
Porque…que es un buen vino? El más caro? El más difícil de encontrar? Del que se elaboran el menor número posible de botellas? El que utiliza el mejor marketing?
Como casi todo en la vida, la teoría de la relatividad también en el mundo de los vinos.
Para empezar, y aunque para muchos pueda parecer una absoluta tontería, la calidad de un vino empieza en el tratamiento de la planta madre, en el convencimiento del viticultor, en el amor humano por esta ancestral producción.
Cuando hablamos con pequeños elaboradores, de dinastías perdidas en el tiempo, en que el número de generaciones dedicadas al asunto se pierden en la lejanía de la historia de la humanidad, nos damos cuenta de que, llevan una ventaja absolutamente formidable frente a los grandes elaboradores en los que prima la automatización, el envejecimiento forzado y la cuenta de resultados a la hora de repartir los dividendos entre inacabables socios y consejos de administración.
Aquí, hoy, os hablamos de una marca que ha huido de todo este asunto, Porque? Pues porque por suerte, de vez en cuando la naturaleza “produce” personas que adquieren, heredan o cultivan un amor profundo, eterno, casi enfermizo, por todo lo relacionado con el mundo de la viña, la vid y sus elaboraciones propias…el vino y el cava.
Hoy nos toca dar gloria a uno de esos elaboradores. Viticultores Mas d’en Gil. Celler Mas d’en Gil. En el corazón del priorato, unas pocas hectáreas de tierra atesoran un secreto escondido entre terrazas de tierra y piedra.
La entrada a la Finca ya es de por sí, muy especial. Dejamos la carretera, y nos adentramos en la postal del Priorat. Los diferentes escalones de viña se mezclan con olivos, y algunos pequeños detalles de almendros. Todo ordenado a la vista. El camino nos lleva a la Masía, otra postal con fondo montañoso. No sabríamos a que huele, los vientos de la zona nos traen multitud de olores y sensaciones. Nunca mejor dicho, todo depende de donde sopla el viento…
Los diferentes valles y zonas de la Finca, Bellmunt, De La Coma, De Lo Grinyó, Del Sas, de l’Oliver…marcan los cultivos que nos vamos encontrando. Una manera de conseguir trabajar la tierra durante casi todo el año, básicamente a partir de escuchar lo que la tierra nos pide. Todo se aprovecha, todo se reconduce, todo se recicla, consiguiendo un efecto de retroalimentación que hace más rentable l explotación.
La forma que tiene Marta Rovira de explicarnos las cosas, el ímpetu, la emoción, el interés, el sentimiento expresado en cada palabra nos demuestra que no estamos ante un empresario de la viticultura en el sentido frio y numérico de la palabra.
Elaboran vino, y en menores cantidades, aceite, vino dulce, vino agridulce y frutos secos, básicamente almendra.
Os recomiendo cualquiera de sus blancos o tintos, el Coma Alta, el Coma Vella, el Bellmunt, el Clos Fonta…
Y os recomiendo, en la medida de vuestras posibilidades, una visita a la propiedad para que de una forma próxima, familiar y didáctica, entendáis que dentro de cada botella de Finca Mas d’en Gil hay una gran parte de la vida de muchas personas, además de un producto, el vino, que también posee una vida llena de matices y sensaciones que, bien interpretados, nos pueden llevar a disfrutar de grandes momentos difíciles de repetir.
Todo depende de vosotros y de vuestra sensibilidad. En cualquier caso, buscad los productos de Finca Mas d’en Gil y sacad vuestras propias conclusiones. En mi modesta opinión, vale la pena.
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