Hace ya mucho tiempo que me dedico a esto de las cosas del comer y del beber y lo que tengo muy claro es cuales son los límites que los profesionales del sector nunca deben traspasar o al menos, es lo que yo creo, en mi modesta opinión.
Lo que ahora en política todo el mundo denomina “líneas rojas” tampoco deberían cruzarse si hablamos de restaurantes.
Y hace muy poco he tenido la desgracia de presenciar en vivo y en directo una de estas circunstancias. Y os cuento. Un grupo de personas, básicamente mujeres, que son las que tienen más coherencia en muchas cosas de la vida, tienen la gran idea de intentar reunir al mayor número de alumnos de una promoción del 75 del siglo pasado, muchos de ellos que llevan cuarenta años sin verse.
Buscan un lugar ideal, vamos, un restaurante donde mover el bigote, y que reúna una serie de características que a todos nos gustan…
Es decir…fácil aparcamiento, posibilidad de fumar al aire libre, entorno natural rodeado de cultivos vitícolas…
En fin…de entrada, todo marcha viento en popa. La organización de este tipo de cosas no es sencilla, y más si de pronto, el poder de convocatoria del grupo fundador se dispara.
Al final, más de 50 personas dan el Ok al tema y zasca!!!
Quedamos para tal día y tal hora en tal sitio. Para no extenderme en el tema, y básicamente, os comento que las cosas no transcurrieron como se habían contratado, como habían prometido desde la dirección del establecimiento. Puede ser que tuvieran un mal día, puede ser que los astros se alinearan en negativo, puede ser todo eso o mucho más.
Pero lo cierto es que no se respetaron los recintos contratados, se cambió de comedor y se tuvo que compartir sala con otro grupo, el nivel de los platos y presentaciones dejaban mucho que desear, la coordinación brillaba por su ausencia, el vino (sobretodo el blanco) era de baja estirpe, por denominarlo de alguna forma, y en global, fue una velada de listón bajo.
Ya digo que a lo mejor, pagamos poco por la cena y no se podía pedir más por ese precio, a lo mejor en el restaurante de carta (otro recinto) todo es distinto (el precio también, naturalmente) o a lo mejor yo soy demasiado exigente.
Pero si es cierto que en el aire “flotaba” un cierto murmullo a “yo ya lo sabía”, “a mí ya me lo dijeron”, “en otra ocasión ya me sucedió algo parecido” … en fin, para no seguir con la cosa, lo que sí es bien verdad, y en mi trabajo lo he comprobado personalmente, cuando uno sale satisfecho de un restaurante, puede ser que se lo recomiende a tres amigos o conocidos (de promedio), pero si sale insatisfecho, puede llegar a comentárselo a trescientos.
Y eso, en el negocio de lo público de comer y beber, no es malo, es lo siguiente. Bueno, espero que en vuestra estancia en este establecimiento os vaya mejor que a mí, cosa que no dudo pueda suceder, porque de hecho, aquí solo comento lo que a mí me sucedió, que para nada tiene que ser el estándar de la casa. Eso, un mal día…
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