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SAM_1387SAM_1413Cuanto hace que no pedimos unas chuletas de cordero en el restaurante? Y como estaban de buenas las ultimas que tomamos? Dos preguntas que pueden ayudarnos a entender porque el consumo de cordero y cordero lechal está a la baja. Detrás de todo esto está el maltrato que recibe este producto y por defecto, sus criadores y comercializadores. No podemos comprender, como simples consumidores que somos, el porqué, por un mísero euro de diferencia algunos, por no decir muchos, restaurantes, deciden optar por el cordero de latitudes impensables, de calidades dudosas, con alimentación incontrolada y por descontado, más congelado que un frigodedo. Un producto con poco sabor al que hay que añadir la poca destreza a los fogones, porque no decirlo abiertamente, de algunos de los encargados de cocinarlo. Si a unas costillas de cordero de calidad justita le añadimos una sobre cocción en la brasa, lo que nos llega a la mesa es lo más parecido a una suela de zapato. Si a esto sumamos que las autoridades y los estamentos oficiales del ramo, cada vez que hablan de algunos de estos productos cárnicos es para dar malas noticias, pues solo nos queda decir aquello de «blanco y en botella».  Por suerte, aún queda algún marciano que, prácticamente por amor al arte, sigue creyendo que todo va a mejorar. Y ahí esta este elaborador que hemos descubierto, casi por casualidad, entre viñas y campos de cultivo, en una población de poco más de 2.500 habitantes en la provincia de Barcelona. Sant Llorenç d’Hortons. Esta empresa controla absolutamente, desde el principio hasta el final, la trazabilidad de este alimento, para que no se pierda ni un ápice de sus calidades. Con un sistema muy «particular» , muy natural y propio de engordar los corderos, que reciben en sus instalaciones prácticamente el día siguiente a su destete, con unas cinco semanas aproximadas de vida, y hasta que estos pasan a formar parte de nuestra cadena alimenticia, previo sacrificio y despiece, y esto también es muy importante, en sus propias instalaciones, para que nada se escape, consiguen una línea impresionantemente estable a la hora de ofrecernos una calidad superior absolutamente estandarizada. Cada una de las costillas de cordero que nos tomamos, tiene el mismo sabor que la que nos pudimos comer la semana pasada o la que nos zamparemos la próxima. Cuestión de seguir una normativa de alimentación estricta y equilibrada. Las instalaciones, modernas, cumplen todas las normativas pertinentes y son una de las pocas con certificaciones bastante inusuales de encontrar en el mismo criador/elaborador. Después, cuando las probamos en un restaurante de Sant Sadurni, acompañadas únicamente por unas patatas fritas, descubrimos que hay sabores que no deberíamos olvidar y que, por desgracia, cada día son más difíciles de recuperar. En este caso, el sabor de un buen cordero. Están en proceso de expansión, quieren abrir mercados internacionales, quieren enseñar lo que hacen, quieren demostrar a quien no quiera ignorarlo que las cosas bien hechas no tienen fronteras y que las malas no tienen futuro. Todo su esfuerzo, ilusión y trabajo diario que se plasma en cada uno de los rincones de sus instalaciones, a veces, no se ven recompensadas, sencillamente por la miserable diferencia de este euro al alza, frente al cual, un montón de restaurantes deciden optar por cordero de Australia o de Nueva Zelanda, que de tan fresco nos llega congelado y al que han alimentado naturalmente con pienso con unas proporciones que ya nos gustaría conocer, y así nos va. Yo, y desde mi modesto punto de vista de observador, tomo nota de esta marca, y a pesar que, de momento está poco comercializada, voy en su busca y, si es necesario, me planto en sus instalaciones a ver si suena la flauta y me venden unos kilitos de chuletas…Impresionante. Solo ruego a los cocineros, propietarios de restaurantes y otros personajes dedicados a esto de dar de comer al resto, que tengan compasión de nosotros y que, de vez en cuando, nos sorprendan con cosas tan ricas como este cordero. El cordero de Ramaderia Farras. Ahí queda eso.

 

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