Bueno. Como muchos otros locales en Sitges, otro a reabierto sus puertas. Nueva propiedad, nuevo chef, nueva carta, otra vez nuevo, nuevo, nuevo. Pretenden ofrecernos ingredientes de temporada cocinados con originalidad, de la mano de dos nombres concretos : Hector Eneas y Darío G. Senatre, uruguayos de corazón.
Nos movemos por el centro del casco mas tradicional del pueblo, y nos encontramos con un local pequeño, en forma de tubo, con cocina a la vista, comedor climatizado, mini-terraza cubierta y servicio a pie de calle.
El interés por hacernos olvidar a las anteriores direcciones, de la que edité articulo que respeto más abajo, para que os hagáis una idea de por dónde van estos articulos, les lleva a presentarnos platos muy visuales, porciones pequeñas, combinaciones interesantes, oferta muy revolucionaria de autor, y todo con productos de proximidad
Como curiosidad, podremos degustar caviar, acompañado de vodka por un interesante precio. Si sois «croqueteros» es necesario que le deis un par de mordiscos a las de pollo de corral. Los quesos Catalanes también tienen cabida en un formato de selección que está muy equilibrado.
Si nos referimos a los entrantes, son más que aconsejables los huevos a baja temperatura con espuma de patata, colmenillas en jugo de carne, crumble de queso parmesano y crujiente de setas. El contraste de la Burrata con higos, tomates cherry y vinagre balsámico, las empanadillas crujientes de pies de cerdo y gamba roja, o Tataki de atún Balfegó con pure de soja edamame, wasabi y Furikake.
En cuanto a las carnes y los pescados, si bien la posibilidad de elección no es muy amplia, la calidad compensa este detalle. Magret de pato con salsifis, salsa de oporto y colmenillas, Ojo de Bife Aberdeen Angus asado a la brasa con vegetales y Jus de Rôti, el pescado del dia a la brasa, siempre salvaje, o el atún Balfegó, también a la brasa, con un más que adecuado acompañamiento de vegetales de temporada.
Nos agrada muy mucho la carta de vinos, con diferentes referencias de la zona, buenos blancos de Parés Baltà, Pardas o Viladellops, Gramona, y un par o tres de buenos Verdejos de Rueda. Rosados y tintos a la misma altura.
Buenos cavas de proximidad, Oriol Rossel, Gramona, Pares Balta, champagnes, y como no, un cierre con la inbeludible Malvasia de Sitges.
Ya me comentareis que os parece…
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*primer articulo, referido a la gestión anterior.
A veces, algunas veces, suele pasar que no sabes muy bien como catalogar un restaurante. Ni bien, ni mal, ni todo lo contrario. Y puede que sea esto lo que me sucede con La Cocina, en Sitges. Un restaurante jovencito en edad, (yo, hasta que no cumplen los cinco, no saco muchas conclusiones definitivas…), y que por su juventud, ya sabeis…le falta un poco de «organización», o al menos, asi lo veo…
Nos lo recomienda un amigo de mi pareja. De Barcelona. Nos dice que está muy bien, que tal y tal, y que se postula como una pronta «estrella Michelin» en Sitges. Me da un pasmo al oírlo , no creo que vea yo en vida a los de las estrellas por la blanca subur, y tal como evoluciona la cosa, cada dia menos…pero me deja con el gusanito de ver, nunca mejor dicho, que se cuece por la calle Bonaventura 19. Situado en el casco antiguo del pueblo, en una de las callejuelas centrales que mueven todo el ambiente, implica tener que aparcar y andar un poquito, pero no es nada complicado ni cansado.
Hacemos la reserva a través de un de esos portales de internet tan en auge hoy en día, básicamente porque el descuento que en ese momento nos ofrecen nos parece muy pero que muy interesante. El restaurante es un tubo, largo y estrechito, con cuatro o cinco mesas en la pura calle, cuatro más a la entrada exterior y ocho o nueve en el interior propiamente dicho. Cocina al fondo, servicios al fondo, barra lateral. Un poco de complicación al principio. Nuestra reserva no les ha llegado, pero como el restaurante está prácticamente vacío, solo dos mesas, con dos parejas, nos acomodan al fondo, en un rincón agradable. El camarero que nos atiende, bien, de hecho el único que vemos en toda la noche, es simpático pero se le ve un pelín descolocado. A pesar de que el restaurante esta prácticamente vacio, tardan bastante en tomarnos nota. Nos traen unas aceitunas a pelo, sin pedirnos por la bebida.
Al ratito se va llenando y bueno, digamos que se comienza a generar un pequeño caos. Otros llegan también con reserva por internet, tampoco les consta, pero como a nosotros, los acomodan. A los 15 minutos, nos toman nota, después de andar alborotados intentando averiguar el porqué de los fallos en las reservas de internet. Pedimos un vino determinado. Al cabo de 10 minutos largos nos piden disculpas. Sorry. No lo tienen. Cambiamos a un Calcari de Parés Baltà. De la tierra, lo conocemos y es correcto en calidad y precio. Compartimos unas vieiras y langostinos de Saint Jacques al estilo Cajún. El pomposo nombre francés no viene a ser otra cosa que la traducción al idioma galo de las «conchas de Santiago» a «coquilles de Saint Jacques». Vamos, que parece que en francés mola más lo de las vieiras, y lo del «estilo Cajún» ya sabéis que se trata de una mezcla de especias, habitualmente con fondo picante. El plato, correcto, sin pomposidades. Las vieiras justitas y los langostinos sin queja. En la mesa junto a la nuestra, llevan más de treinta minutos esperando que les tomen nota. Y en la siguiente más de lo mismo. Hemos pedido una cubitera para el vino que tarda una eternidad. Insistimos. Al rato largo llega. Con otro Sorry de acompañamiento.
Ya hemos entablado conversación con los comensales de la mesa contigua. Nos dan penita. Llevan una eternidad sin nada que llevarse a la boca. Incluso les invitamos a una copita de nuestro vino. Con alcohol las esperas son menos complicadas. En el fondo de nuestra cubitera, nos espera una fantástica sorpresa que mantendrá al vino a su temperatura ambiente. Cuatro cubitos, y es literal, y sin agua en la que floten. Vamos, la botella no rasca el frio ni por casualidad. Parece una broma. De segundo, atacamos un KingKlip frito, que no deja de ser un pescado que se está poniendo últimamente de moda, conocido por nuestros lares como rosada, que puede venir de África o de Chile y que es relativamente barato. Puede recordarnos a un congrio con un poco de imaginación. Y como ya nos hemos comido casi todas las especies conocidas, pues ahora toca acabar con pescados más sencillos que, ojo, si se ponen de moda, van a dejar de serlo por los precios. Presentan el KingKlip sobre un flan de gambas y aguacate correcto, junto con un revuelto de patatitas y verdura. Buena presentación. Tienden a presentar casi todos los platos con altura, a modo de torres. Supongo que será una manía del cocinero. Vistoso queda. También probamos el lomo de cordero con costra de especias. El cordero, y en especial el costillar, debe estar bien cocinado, pues no es una carne que se preste a cocciones cortas. Y en este caso, la carne no se desprendía del hueso ni atacando con el cuchillo a fondo. Estaba relativamente crudo, lo cual, ensombreció la calidad de plato. En el postre, compartimos un Crumble de pera y manzana. En la actualidad, una carta de dulces sin un par de Crumles no es carta ni es nada. Cuestión de modas. De hecho, no deja de ser harina con mantequilla y luego horneada, también las frutas, a moda de migas. Vamos, unas galletas de las que te gustan, desmigadas, con la fruta que te apetezca, eso sí, horneada, y una bola de helado en contraste frio-caliente, y no hace falta tanta pomposidad con el inglés, pero hemos de constatar que estaba realmente bueno.
En definitiva, con el descuento del portal de internet, la cosa nos salió por 80€. Sin el descuento, francamente, me hubiera parecido caro. Concluimos con un resultado agridulce. Se come relativamente bien, presentaciones eso sí, de altura, bonitas y vistosas, precio algo caro sin descuento y un pequeño gran caos en el embudo de comandas y cocina que, sinceramente espero solucionen en breve si quieren conseguir que los clientes repitan. Eso sí, no veo yo en un tiempo próximo la ansiada estrella Michelin que vaticina el amigo de mi pareja, mas bien no les auguro un futuro muy prometedor, salvo milagro. Pero a lo mejor me equivoco, que en estas cosas del comer, misterios más grandes se han visto. Por de pronto, ahí queda el comentario. Espero que os sirva.
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