En momentos de tristeza como los que se suceden a menudo, cuando desaparecen locales de comidas emblemáticos por aquello de las modernidades en las que nos vemos envueltos, es motivo de celebración que se produzca, aunque sean en contadas ocasiones, la situación inversa, es decir, la apertura de sitios donde comer bien, y más si estos se instalan en lugares que, en otros tiempos, ya se relacionaron con las viandas…
Quien no ha oído hablar de las tiendas de “ultramarinos”? Este es el caso del local que hoy nos ocupa. Ubicó antaño los ultramarinos, el estanco, casa de comidas, hostal, salón de baile e incluso parada de carruajes. Eran esos tiempos en los que en lugares pequeños, un establecimiento se erigía en centro neurálgico de la cosa de la civilización.
Dicen que en el corto año que lleva en funcionamiento sus regentes se han esmerado más allá de lo normal por ofrecer las cosas buenas del comer, en este caso de Asturias, no en vano en esa zona está ubicado.
Desde una paella deliciosa, aunque no parezca tierra preparada para eso, hasta una “asturguesa”, receta difícil de explicar su no eres de la zona pero que, para ir al grano y nos hagamos una idea, es una especie de torta de maíz arriba y abajo, bien complementada con cachopo (filete de ternera), picadillo de chorizo, queso de cabrales y en algunos casos , huevo frito.
Ligero no, lo siguiente, pero en cualquier caso y por lo oído, único en el mundo. Cocina tradicional, con productos de mercado y un ligero toque de modernidad. Hay que probar el bacalao, a La Vizcaina o en tortilla, los chipirones encebollados o, hablando de cebolla, las ídem rellenas de carne guisada.
Ojito a los callos y cuidadin con los postres caseros. Además, productos a la venta (de calidad) para que nos los podamos llevar a casa. Decoración cuidadísima, servicio de calidad y ubicación preciosa, frente al balneario de Las Caldas, ubicado en el pueblo del mismo nombre, único de Asturias y a poquitos kilómetros, menos de diez, de Oviedo.
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